La música y la poesía han sido parte fundamental de nuestra herencia espiritual. Desde los primeros himnarios, como “Inni e Salmi Spirituali” (1914), hasta la creación de “Salmos, Himnos y Cánticos Espirituales”, la alabanza ha sido un pilar en la vida de la congregación.
Este himnario nació de un profundo deseo de adorar a Dios en nuestro idioma, superando desafíos como la traducción de himnos italianos y la adaptación de melodías. Gracias al esfuerzo de hermanos como Domingo Marino, Germán Gauchat y un equipo dedicado, se logró compilar y publicar en 1988 un himnario que refleja nuestra fe y doctrina.
Hoy, este himnario es un legado que nos une en alabanza, recordándonos que, como dice el Salmo 150, “Alabad a Dios en su Santuario; Alabadle por sus proezas”.